Últimamente se suceden las noticias de la fobia que están generando los turistas en determinadas ciudades: vecinos indignados, precios por las nubes, gentrificación y colapso de los espacios y servicios. Los ciudadanos ven a los turistas como una horda de invasores jaleosos y hedonistas, sin más objetivo que el del consumo low cost, el paseo desorientado y la invasión del espacio público. En definitiva, un turismo superficial, de usar y tirar, que no deja huella en el turista pero sí en la ciudad visitada y sus habitantes.
Es probable que sólo una pequeña parte del turismo que nos visita sea así, y no se pueda hacer mucho por reconducirlo, pero también es cierto que la gran mayoría de los turistas, cuando se plantea un viaje, quiere algo más; otra cosa bien distinta es que no les sea fácil encontrarlo y, por tanto, no tengan más opción que seguir haciendo lo mismo que hacen los demás, alimentando de esa forma el círculo vicioso.
Hace tiempo que las ciudades apostaron por una descentralización de los servicios, a fin de no saturar los cascos históricos o centros de las ciudades. Esta apuesta ha sido todo un éxito, en algunas ciudades más que en otras, y ha contribuido a que los flujos de ciudadanos sean multidireccionales, poniendo en valor zonas antiguamente deprimidas que han tornando en espacios atractivos con capacidad para atraer a nuevos residentes, a la vez que dignifican a los ya existentes. Algo parecido se debe de poder hacer con el turismo, ampliando el radio de la zona de interés de los visitantes y extendiendo las rutas turísticas, pero no sobre la base de un movimiento superficial, sin interés o novedad alguna, sino ofreciendo unas visitas significativas que hagan que merezca la pena el desplazamiento.
En multitud de ocasiones nos hemos preguntado por qué habiendo tantísimos espacios, museos y rutas de gran interés diseminados por nuestra amplia geografía, con tesoros únicos que mostrar y experiencias enriquecedoras que ofrecer, el turista, ya sea local, nacional o extranjero, los deja de lado o pasa por ellos sin pena ni gloria, sin comprender mucho de lo que allí se ofrece, y eso si es que ha llegado a tener la suerte de saber de ellos. Indefectiblemente nuestra respuesta ha sido casi siempre la misma: la inexistencia de una audioguia que ayudara a comprender mejor lo que allí se mostraba, que hiciera que el viaje o la visita mereciera la pena…y éste fue el motor que impulsó el nacimiento de Audioguíame.
Las causas pueden múltiples, desde luego, pero en la gran mayoría creemos que es recurrente el factor económico, que imposibilita que los pequeños centros periféricos dispongan de las herramientas necesarias (audioguias físicas, promoción, etc.) para potenciar su visibilidad de cara al turista y a la vez ofrecer una visita guiada de calidad: así de simple y crudo. ¿Es posible que esto fuera una barrera infranqueable para ellos en nuestros tiempos?
En Audioguíame teníamos claro que la respuesta era que no y por eso nos pusimos manos a la obra para aportar nuestro pequeño granito de arena en la mejora de la calidad del turismo, creando una plataforma que potencia la visibilidad y permite que cualquier centro, museo o monumento, independientemente de su tamaño y presupuesto, pueda crear su propia audioguía para dispositivos móviles, con la máxima calidad y presencia, y contar como nadie la historia de su lugar. Creemos que de esta manera van a contribuir a engrosar la masa cerebral del turista y no el turismo de masa descerebrado.